martes, 24 de noviembre de 2009

Prostitutas bendicen la iglesia.

¿Qué pasa por tu mente si un grupo de mujeres prostitutas vienen a orar por tu iglesia?
¿Te imaginas a mujeres despreciadas tomando la celebración de tu iglesia para traer bendición? Esto no parece santo, pero fue lo que vivimos en nuestra pequeña iglesia:

Como parte de un acuerdo entre Casa Joven (nuestra iglesia); Build a Bridge y la Estrategia de Transformación; hace 3 semanas iniciamos un curso de joyería para mujeres trabajadoras sexuales (prostitutas) de las calles de Santo Domingo, República Dominicana.

Cada jueves un grupo de mujeres han llegado al local de la iglesia con mucho entusiasmo para recibir las clases impartidas magistralmente por las internas Jill Osielski y Kari Reed; dos estupendas artistas que viven en Santo Domingo desde el pasado mes de octubre. Ellas han venido como parte de Build a Bridge para impartir estas clases y explorar la posibilidad de que las trabajadoras sexuales asuman este arte como una alternativa de micro empresa que les permita dar el salto hacia un trabajo digno; abandonando la cultura del comercio sexual.

Los jueves están llenos de sorpresas y mucho estress. Primero tenemos el curso. Nunca sabemos cuantas mujeres llegarán; pero llenan nuestros rostros de sonrisas cuando las vemos atravesar la puerta de la iglesia. Luego del curso, la iglesia se reúne para tener una celebración de oración. Al principio la idea no parecía encajar. ¿Tendremos un curso con prostitutas y luego la noche de oración? Si, definitivamente decidimos hacerlo. No hubo otra alternativa.

Así que cada semana, al concluir el curso de joyería algunas mujeres se quedan para orar junto con la gente de la iglesia que llega para la cita de oración. El jueves pasado 8 trabajadoras sexuales estaban sentadas esperando el inicio de nuestra celebración de oración. La noche inició con cantos de adoración y una atmósfera llena del Espíritu Santo. Loly, mi esposa; quien estuvo al frente guiándonos; hizo una pausa y anuncio a los presentes que a partir de ese momento dejaba un micrófono abierto en el centro del salón para que, quienes así lo desearan tuvieran una oración por cualquier área, ministerio o aspecto de la iglesia. Y allí fuimos sorprendidos.

La primera persona que dejó su asiento fue una prostituta. Ella se dirigió al micrófono. Se colocó en frente e intentó hablar, pero no pudo. Pasaron varios segundos y un silencio sepulcral. Entre sus nervios y sus lágrimas no supimos quien pudo más. Finalmente, Loly fue donde ella y discretamente le preguntó que deseaba hacer. Ella dijo que deseaba dar gracias por la iglesia. Entre lágrimas, de sus labios salió una frase: “Quiero dar gracias a Dios y a esta iglesia que se preocupan por mujeres como nosotras que no tenemos una vida tan alegre…” Algunas palabras más y terminó su corta oración retornando a su asiento.

A seguidas una miembro de la iglesia vino al micrófono para orar por algún ministerio. Luego, otra prostituta se levantó rápidamente y una vez detrás del micrófono dijo con determinación: “Pastor, ponga la canción que estuvo sonando hace un rato que voy a orar.” Ella se paró firme y antes de orar introdujo unas palabras: “En nombre de mis compañeras de la calle y de otras que no están aquí, quiero agradecerle a esta iglesia que ha ido a buscarnos a las calles semana tras semana…” La mujer continuó con algunas palabras más y luego dijo su oración. Fue una oración bíblicamente correcta y venia desde su corazón. Al concluir, sus mismas compañeras de oficio que ocupaban otros asientos de la iglesia estallaron en un resonante aplauso que llenó todo el salón.

La atmósfera estaba llena de emociones y sentimientos; mientras sentíamos correr el viento del Espíritu Santo dejándonos un mensaje claro y firme de lo que acababa de ocurrir ante nuestros ojos y de lo que había en el corazón de Dios. Más de uno de nosotros estaba llorando. Esa noche fuimos sorprendidos. Las prostitutas vinieron para orar por nuestra iglesia e interceder por nosotros. Mujeres de la calle, señaladas y despreciadas estuvieron en la iglesia y se colocaron entre nosotros y Dios para bendecirnos. Esas mujeres cruzaron sus fronteras. Vinieron desde afuera hacia el lugar que se supone santo y lo invadieron en una forma escandalosa. ¿Es acaso una muestra más de la gracia de Dios?




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